sábado, 11 de abril de 2015

El rey y el vagabundo 1

A la izquierda nace como tentando los cimientos de la tierra, solo acariciando la cima de los años de lodo y roca que se juntan derramando un verde que suspira serenidad, que implorando lluvia, como la amante se cubre de joyas a la obligación del honor de otro, al subir la mirada, éste, fuerte como un muro, guía la vista al cielo. Con orgullo recuerda un tiempo en el que el peligro lo acechaba, cuando aun el pequeño viento que jugaba lo tiraba en todas direcciones y este delgado y tierno, se acojonaba. -Seguid con la mirada y encontrareis un plano de vida por encima de vosotros, digno sois tal vez de pisar el suelo de este mundo, pero no los suelos de los cielos, ni sus ramas. Solo hemos de llenarnos el ojo de la vida que separa la tierra de las nubes-. A la derecha erguido con mas brío, oscuro y algo seco, se nota claramente; no hay envidias que corroa, pues a la corteza no la come mas que el tiempo, que es regalo a su vez, por que es excelso aquel que ya vivido no se tumba, ni es tumbado. Y a sus ojos el mas joven, y a los suyos el mas viejo, y el viento a sus hojas como del otro sus hojas al viento, y de uno sus canas al sol, como del otro el sol a sus verdes, pues no hay mas querido en este mundo por el astro rey, ni otro mas noble y con derecho divino que estos dos para ser el puente entre el reino de los cielos y la vida terrenal, la vida de un mortal. – Quisiera ser un árbol- le suspiro casi con llanto el rey sabio al vagabundo. 

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