Voy a tatuarme las Pléyades en el pecho, a todo lo ancho y
largo, para que mi alma siempre quiera partir, quemaré con cigarrillos mis
corvas y pelaré mis labios para comer la sal de todos los mares. Por que voy a
morir, mis chicas van a morir y aquel que me devolvía el cambio con asco por
cada trago en esa inmunda barra también morirá, gastaré las suelas de mis botas
raspando la piedra y dormiré a la intemperie por el resto de mis días. Con una
mueca juzgaré a todos los hombres por igual, y cuando te vea a los ojos solo
diré lo mucho que te quiero coger. Me iré danzando de mesa en mesa por este
banquete de caníbales, y de ser posible voy a beber todo el vino y a mear en
todas las copas, dormiré parado con las manos atadas a una cadena por encima de
mi cabeza, mientras dos vagos golpearan mis costillas, ayunaré por siempre y
aullaré mientras todos cantan y me desnudaré cuando todos vayan a misa. Llenaré
mi cuerpo de drogas, sarcasmos, ironías y desventuras y cagaré en cada espacio
de tierra otro yo, maldito y cruento por la vida, y vivirá llorando y riendo a
la vez, y no se preguntará nada jamás, y ese otro yo en cada centímetro de este
planeta alzará la vista, y cada vez que inhale lo sabrá todo y todo lo habrá
vivido, y morirá cuando no sepa distinguir si a pesar de todo prefiere la
felicidad a la tragedia, la arena a la hierba, vaginas o libros, canciones o
refranes de hastío. Voy a vivir atroz para perderme mas que nadie, mas que
nunca, y cuando me plazca de existencia sabré que tengo mi lugar en la gran
mesa del vacío, bien ganado, y esperar en la antesala de la nada será un juego,
será como chingarse un cigarrillo.
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