lunes, 25 de enero de 2016

Confesión Segunda

Soy el sonido del tiempo dividido en segundos sonando fuerte en tu cabeza, la promesa del dolor largo y agudo que anuncia las noches de vigilia, la noches en pena, las que traen a tu corazón los mas infames presentimientos. Soy el hastío de la tarde de invierno fría y arrebatada por dar terminada la luz, adormecer en el velo de la suerte invernal la soledad interna que te lleva de vuelta al vientre, lago tibio de asépticos turbios que galopan en olas al vaivén de la sangre, que te invita a la vasta humanidad de no haber nacido nunca. Soy el calor en el centro de todas las cosas, y con una gota de tu silencio sobre los mares de lo que es incontable, vasto para poner en movimiento una eterna sinfonía de acecho, inercia que me ha atrapado en tu órbita. Y me precipito hacía ti, sin saber si en tus marcos naturales como luna fungiré mis guardias alrededor de un planeta de carne, si seré tan solo un cometa, o la causa de alguna veloz extinción en la subcutánea Pangea de tu ser, colonizador colérico estéril o un pacifista profanador. Soy el constante en todo cuanto sucede cerca de ti, aquel que por que te busca existes. 

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