Imagina que una mujer va a dar a luz, esta mujer vive en el
pasado a 10,000 años de este tiempo, todo sucede en orden, un hermoso parto
natural, pero antes de probar el primer calostro de su madre arrebatas a este
recién nacido para llevarlo milenios adelante, este espécimen ahora sumergido
en la edificación de siglos posteriores no necesita una evolución preventiva
que dicte su entendimiento, pues él, ahora esta ahí, y en su aprendizaje vemos
la erosión del tiempo pasado y la inauguración de una nueva arquitectura
mental, que aprende, y va al mismo paso que un infante de época, entonces
entendemos que la conciencia se da en el medio, que impregna y establece la
realidad de este pequeño receptáculo de nociones, sentidos y sensaciones, y no
es un discurso cerebral que a base de doctrinas milenarias se edifica en un
fuerte espía de cuanto avance y novedad acontece, si no su propia relación con
la realidad exterior que determina la forma misma y concepto que se trastoca a
través de la personal percepción de los mismos lienzos de aquella observación,
la edificación de la conciencia esta en el medio, y no en el sujeto, y su
identificación se encuentra en el reconocimiento de este como externo al
observador, volviéndose pues el observador eje central en el punto de arribo de
la proyección de lo que es y no es él, y en medida de ese conocimiento, la
expansión del espectro de observación se vuelve la conciencia acrecentada que
se resguarda en aquello esta por fuera de nuestro eje central ( la mente
observante), de nuevo; la conciencia esta en el medio y no en el ser.
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