miércoles, 25 de marzo de 2015

Vagabundo

El hippie de las uñas largas, que nunca hablaba a la cara, con telarañas y el moco seco de tanto llorar sin cerrar los ojos, que la luz gastaba de tenerla prendida aún cuando el sol tocaba las puertas, mientras se removía lo agrio de las sábanas y arrastraba un pie y el otro del lado izquierdo de la cama, que nunca mentía, pero nadie le preguntaba nada, el mismo que no calzaba ni las chanclas y entre botellas rotas se superaba, por encima de la basura, por encima muy arriba del charol, el de los pies como papa vieja, que atraía las miradas al suelo y su andar, mientras su barba por encima del horizonte solo más se elevaba, el hippie que caminaba y nunca se agotaba, pues sólo ese vato... Ese vato flotaba.

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