lunes, 16 de noviembre de 2015

Temor de dos

Como un petardo en el corazón, cruelmente frunció la comisura derecha del labio, sus ojos perforaron como fría alabarda y su desdén era directamente proporcional a mi fracaso. Soy un valiente para muchas cosas, pero no fui capaz de abrir la boca. Volteó la vista, me olvidó en un segundo, seguro ella me teme como yo le temo, pero es muy diferente. Yo le temo a la perfección de su piel, al perfil de su nariz, su olor que exorciza las mañanas lo percibo desde metros adelante, y agita mi hombría su figura, me vuelve un cerdo. Y como no titubear si con su andar masturba mis ideas, me gobierna ella, me gobierna la carne, y vacía mí estomago saber que nunca saciaré mi hambre, por eso le temo. Por que cuando la veo no hay mas que silencio en mi cerebro, asusta la ausencia de todo, y todo, que es ella cuando la veo, renuncia a mí con su rechazo. Vacío vuelvo de timbrar sus puertas, vano existo en el momento en que no puedo hacer nada, y me convierto en un recipiente de cobardía, cuando mi talento renuncia y las astucias del cazador son para mí un libro oculto en un idioma que nunca entendí. Ella por su cuenta, le teme al bardo meloso de mi lengua, y sin lugar en su cuerpo para mi poesía, mi prosa, mi aliento, no le queda mas que temer al momento en que decida cantar como loco un poema que jamás escuchará, solo teme a mi próximo intento.  

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